No hace mucho, decidí montarme en un tren con destino a ninguna parte.
Me gustaba recorrer cada vagón, cada uno de los reservados de su telón.
Le pregunté al Instructor cuál era la parada que me recomendaba. - No sé para qué pregunto si al final nunca hago caso de las sugerencias.-
Me fumé un cigarrillo a escondidas que me supo a poco...
Y empecé a recordar cómo me sentí cuando me dijo: "Mis sentimientos han pasado de largo sin saludarse."
Se trataba por vez primera de un tren solitario. Un tren sin retrovisor. Acumulaba ocho miles en sus raíles y sin embargo olía como a algodón. - En el fondo pensé que "tenía de solitario lo mismo que yo".-
Agarré todas mis maletas y las llevé a una estancia de criogenización...
Si tras mi parada regreso, las despertaré para que todo pueda volver a estar en el punto en que está hoy.
Próxima parada... Noviembre Dulce...
Me sonó a película, así que supe que esa era mi nueva estación.
... ¿Billete de ida y vuelta?... Sí! Pero la vuelta abierta, por favor.