9 ene 2009

Domando las Aguas


Me resulta inevitable memorar de alguna manera mi pequeña estancia en el Gran Pueblo Romano. Sea ésta la razón de mis palabras y con permiso de mis lectores, me desvío hoy de los temas habituales sobre los que hablo en mi diván para intentar despertar vuestras pasiones por la residencia de los grandes dioses y emperadores que más poder histórico y de masas han tenido.
Roma no es una gran ciudad. Es un gran pueblo. Una gran urbe con sabor a hogar, a historia, a talento... de alguna forma, como quiera que sea, se respira al mismo tiempo humildad y poder.
Las calles están vestidas de esta misma ambigüedad: Pobreza y suntuosidad.
Es fácil caminar por ellas. Sólo tienes que dejarte llevar. Realmente, todos los caminos llevan a Roma y Roma lleva a todos los caminos.
No seria justo decir si tal o cual de todos sus monumentos es el mejor. Quizás la comida, no el Coliseo, quizás el Campidoglio, no el Arco... pero desde luego, aunque parezca típico, la Fontana de Trevi es impresionante. Como cada cinco minutos en Roma, das la vuelta a un edificio, y ahí está. Y piensas... vaya, impresionante. Cómo me hubiera gustado conocerla cuando todavía la muchedumbre no asediaba sus colosales calles, sus eternas fuentes, sus impresionantes obras arquitectónicas. Cómo me hubiera gustado estar allí. Solo unos días... como vivirían?
Sin duda... son sus fuentes. Sus impresionantes fuentes y su Dios Neptuno.
Neptuno no era como los demás dioses. No vestía ropajes suntuosos. No necesitaba de adornos puesto que solo su presencia era suficiente para admirar su poderío.
Cuánto debiéramos aprender de estas pequeñas cosas que pasan desapercibidas en lo cotidiano. Como cambiaría todo a nuestro alrededor si nos diéramos cuenta que la presencia no la "marcan" las etiquetas. No es lo suntuoso de Roma lo que realmente nos enamora de ella sino la simpleza de sus lineas, la belleza de sus trazos, la elegancia de las curvas del mármol, la limpieza de la perfección de los significados de sus obras.
Me podría incluso llegar a acostumbrar.
Yo no he tirado las dos monedas de turno a la fuente. Al menos no en la Fontana de Trevi. Parece que el homenaje a Neptuno he preferido hacerlo en otra fuente más corriente. Y en ella si tiré una moneda y si pedí un deseo. No sé si se cumplirá. Espero que sí. Tiene fecha limite así que ya os contaré si Neptuno le hace caso a mis emociones y si no le cabreo. Cualquiera se mete con él...
No he tirado la segunda moneda para volver a Roma pero estoy segura... volveré. Eso sí, cuando vuelva a visitar a los romanos lo haré con el buen tiempo, con el estómago vació y espero que con mi deseo ya cumplido.
Ir y enamoraros. No olvidéis alquilar una moto. Roma es Grande!!!




2 Comments:

mmarin said...

Ay! Aquí nevando a todo nevar, y me "meto" entre pecho y espalda esta descripción...
Me has dejado...encantada.Por un minuto he podido volver a casi tocar, ver, respirar la Roma que conocí hace ya unos añitos.¡Qué gustazo nena! ;)

Tordon said...

Su descripción me ha transportado, por unos instantes, a la dorada época en la que ,como estudiante de postgrado, viví en la Ciudad Eterna.Gracias por ello.
Y sí, La Fontana es una maravilla, aunque haya que liarse a codazos con los turistas para alcanzar el agua.
Siento una gran alegría por tenerla de nuevo cerca.
Salu2